Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (Romanos 5:8)
El amor incondicional es fundamental para que una relación de pareja perdure a lo largo del tiempo. Si el amor se basa únicamente en las cualidades y características de la pareja, y estas cambian o desaparecen, el amor también se desvanecerá. El amor ágape es un amor desinteresado e incondicional que trasciende las fluctuaciones de los sentimientos y las circunstancias.
Este tipo de amor es el que Dios tiene por nosotros y es un amor que debemos recibir y transmitir a nuestra pareja. Construir un matrimonio basado en la amistad o el amor sexual puede resultar inestable, ya que estos tipos de amor son receptivos y pueden cambiar con el tiempo. El amor ágape es profundo y duradero, se manifiesta en todas las circunstancias y momentos de la vida.
Si alguien dice que ya no está enamorado de su pareja, en realidad está revelando que nunca amó de manera incondicional. El amor basado en sentimientos o circunstancias no perdura. Sin embargo, es posible restaurar y redimir un amor que comenzó de manera equivocada si se reconstruye sobre el fundamento del amor ágape.
Cuando el amor incondicional se convierte en el fundamento de la relación, los aspectos de amistad y romance se vuelven aún más atractivos. La intimidad basada en un compromiso inquebrantable proporciona una conexión profunda y duradera. Este tipo de amor no puede surgir por nosotros mismos, solo puede venir de Dios. Es importante recibirlo y transmitirlo a nuestra pareja.
Cuando amamos incondicionalmente a nuestra pareja, ya no decimos «te amo porque…», sino que simplemente decimos «te amo».
Manos a la obra
Haz algo fuera de lo común por tu cónyuge: algo que pruebe (tanto a ti como a él) que tu amor tiene su fundamento en tu decisión y en nada más. Haz alguna tarea especial en casa. Compra o prepara su postre favorito. Demuéstrale amor por la pura satisfacción de ser su compañero en el matrimonio.